jueves, 20 de septiembre de 2012

Artículo II: El Imperio de las Calificaciones en la Educación formal

El Imperio de las Calificaciones en la Educación Formal


Muchas veces se considera que evaluar y calificar son sinónimos, es más, cuando hablamos de evaluación inmediatamente se nos viene a la cabeza la idea de una nota. Esta asociación no es del todo errónea, pues calificar si tiene que ver con evaluar, sólo que, no son términos equivalentes, más bien calificar es una mínima parte dentro del proceso que implica evaluar.

Al evaluar, lo que hacemos es recoger información y datos de cada niño y niña a lo largo de todo el proceso de enseñanza con la finalidad de orientar y mejorar el proceso educativo y la intervención del docente de una forma global, es decir, estamos comprobando la efectividad del proceso enseñanza- aprendizaje. En cambio cuando calificamos, lo que hacemos es medir los conocimientos de nuestros estudiantes, pero no se comprueba cómo se está llevando a cabo la práctica docente, es decir le entregamos toda la responsabilidad de la adquisición de aprendizajes a ellos.

En nuestra práctica cotidiana, los docentes cumplimos una serie de labores: producir aprendizajes, generar una buena convivencia en el aula, entrevistar a los padres, conversar con los estudiantes, etc. y dentro de este quehacer, calificar se convierte en una acción rutinaria y mecánica. No reflexionamos sobre el proceso adecuado de evaluación, que implica medir los logros de nuestros estudiantes para saber si nuestras prácticas van bien encaminadas y corregir aquellos errores en pos de generar aprendizajes realmente significativos; no pensamos en nuestra labor educativa, ni somos capaces de idear nuevos métodos para conseguir que nuestros estudiantes realmente aprendan. Nos conformamos con conseguir que los niños obtengan buenas calificaciones en determinado examen y los regañamos cuando no nos sentimos conformes con su rendimiento.

Muchas veces las calificaciones se transforman en un método para dejar conformes a los padres, pues éstos necesitan ver un número para estar tranquilos sobre el aprendizaje de sus hijos, sin comprender que dichos números no siempre reflejan los verdaderos conocimientos y/o capacidades de los estudiantes. En las reuniones de padres y apoderados, cuando éstos preguntan cómo van sus hijos en la escuela, no se refieren precisamente a los aprendizajes logrados, sino que lo que esperan escuchar cuáles son las notas que llevan en cada una de las asignaturas, para luego llegar a casa a felicitar o castigar en función de dichas notas.

Es entonces cuando el proceso de enseñanza-aprendizaje responde a un método conductista, en el que una buena nota es la recompensa a una respuesta deseada, y una calificación deficiente es el castigo ante una respuesta equivocada. Bajo este método, las notas y no el aprendizaje son la motivación del estudiante.

Para los estudiantes las notas se convierten en un símbolo de estatus, en un estigma social: si tienes buenas notas eres inteligente, sabes mucho, en fin serás exitoso, en cambio si tus calificaciones son deficientes, te castigan y te sientes poco capaz, estarás destinado a fracasar. Este sistema hace que la autoestima de los estudiantes se vea afectada por su rendimiento escolar, haciendo que se sientan presionados y concentren sus esfuerzos en estudiar para salir airosos en una prueba, en vez de aprender lo necesario para desenvolverse adecuadamente en la sociedad, esta presión a su vez, genera que los estudiantes tengan malas calificaciones, convirtiendo la situación en un círculo vicioso que es necesario que rompamos.

En conclusión, lo que debemos recordar siempre es que "se trata de evaluar para aprender, no de aprender para ser calificado."


1 comentario:

  1. párrafo 2 con muchas ideas, se pierde la idea central.
    párrafo 3 después de la palabra realmente significativo poner punto y coma.
    párrafo 4 cambiar son cuáles son.
    párrafo 6 simplificar ideas con punto seguido.
    las ideas están bien articuladas.

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